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La oposición venezolana encabezada en el papel por Edmundo González, pero cuya verdadera líder, estratega, coordinadora e imagen sufriente de la resistencia es María Corina Machado, ha desplegado una campaña internacional que ha tenido varios niveles de negociación, múltiples escenarios y distintos tiempos, ralentizando o acelerando según lo requiera la estrategia. Pero, así como todos los ríos van al mar, parece que este 10 de enero llega la prueba de fuego o, al menos, uno de los capítulos que podrían cerrar, si no el término del proceso, una de sus etapas más intensas.
Edmundo González, reconocido por varios países como el vencedor y legítimo mandatario elegido por votación popular durante la jornada electoral en que el chavismo no transparentó los verdaderos resultados y se mantuvo en el poder, regresará a Venezuela para, en sus palabras, participar de la toma del poder y ser investido como el legítimo presidente del país. ¿Qué arriesga? Probablemente todo y nada.
Nada porque sin agudizar la vista da la impresión de que González no teme a su propia y posible muerte o al menos encarcelamiento. Conoce los costos así como también lo sabe Machado. Ambos han delineado una estrategia que al menos en la sensación internacional podría estar dando algún fruto o revelando ciertos síntomas: la presión de González por su regreso su acompañamiento con distintos expresidentes opositores a Maduro su gira internacional para juntar apoyo y sobre todo las abiertas negociaciones con el saliente Joe Biden han mostrado la fragilidad del régimen chavista.
Maduro sabe que Estados Unidos le buscará una condena por narcotráfico. También lo sabe Diosdado Cabello y otros más. El chavismo sabe que incluso el anterior controlador del ejército privado Blackwater —y contratista utilizado por Estados Unidos en una que otra invasión— Erik Prince le ha amenazado con poner precio a su captura ha sugerido la infiltración de un pequeño grupo de operaciones especiales o la simple y llana interveción militar clásica.
Aunque el temor más profundo es a la conjura interna: con cerca de 2000 generales basta que un par de ellos se rebele y el ejército venezolano puede verse infiltrado por el golpismo y buscar derrocar al régimen terminando en un baño de sangre y guerra civil.
Hoy cuando escribo estas líneas hay más dudas que respuestas. Veremos qué pasa el 10.
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