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La inteligencia natural o biológica se refiere a las capacidades cognitivas que poseen los organismos para percibir los estímulos y generar respuestas de adecuación ambiental. En los seres humanos abarca una amplia gama de propiedades, incluyendo el aprendizaje asociativo, planificación, razonamiento y las decisiones complejas. Nuestra inteligencia es el resultado de la evolución biológica, pero también cultural. En este aspecto, el lenguaje es una herramienta cultural de primer orden que facilita la comunicación, estructura el pensamiento y la transmisión del conocimiento.
No obstante, los avances culturales son fuente de incertidumbre. Por ejemplo, algunos pergaminos del Antiguo Egipto relatan los cuestionamientos de la realeza frente a la escritura, aunque indudablemente, el desarrollo de la escritura ha permitido un progreso humano exponencial. Hechos similares pueden constatarse respecto de la ciencia y la técnica, las que han permitido potenciar nuestras capacidades. Precisamente, se ha evidenciado un significativo y progresivo aumento del coeficiente intelectual a lo largo del siglo XX, hecho conocido como el “Efecto Flynn”. Lo anterior respondería a las cada vez mejores condiciones sanitarias, de nutrición, educacionales y al apoyo tecnológico.
Sin embargo, este panorama aparentemente luminoso esconde profundos claroscuros. La exposición permanente a los diferentes dispositivos modernos no sólo puede generar adicción, sino que interviene en el desarrollo adecuado de circuitos cerebrales y liberación de neurotransmisores relacionados con el aprendizaje, dado que requieren de condiciones más naturales. De hecho, la dependencia excesiva de la tecnología ha contribuido actualmente a un efecto Flynn negativo, erosionando capacidades como la concentración o la reflexión.
En síntesis, el explosivo desarrollo tecnológico ha sobrepasado nuestra capacidad biológica de adaptación cerebral. No obstante, estas innovaciones, aunque parezcan de otro mundo, son fruto de nuestro propio intelecto. Destaca entre ellas las supercomputadoras y la inteligencia artificial (IA). Ambas tecnologías han redefinido las fronteras de la ciencia. Iniciativas como Neurolink y la búsqueda del traspaso de la conciencia humana a soportes digitales cuestionan lo que tradicionalmente consideramos humano. Esta encrucijada plantea un debate filosófico acerca de nuestra identidad y futuro; y determina la apremiante necesidad de gestionar la integración entre la inteligencia natural y la artificial.
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